La implantación de un sistema presa-embalse se ha encontrado invariablemente condicionado por un elevado número de aspectos técnicos, no siendo siempre en el pasado los factores sociales y ambientales suficientemente estudiados y evaluados. En ocasiones esto ha supuesto, en la búsqueda de un bien mayor (a veces no repercutida en el territorio más aledaño), el anegamiento de núcleos de población, tierras de cultivo, espacios naturales y bienes patrimoniales cuyos recuerdos con reiterada frecuencia eclipsan los beneficios que han aportado estas nuevas infraestructuras. A pesar de ello, a lo largo de los años los embalses se integran como un elemento más del paisaje y el territorio, constituyendo poco a poco un recurso y reclamo para las poblaciones ribereñas. Habitualmente se incorporan en las actividades socioeconómicas del entorno, devolviendo de forma indirecta parte de los perjuicios que su implantación pudiese producir y llegando a condicionar incluso los usos originales del embalse.